No a la violencia de género, esta es la historia de Miriam

Hoy, en el día internacional contra la violencia de género, queremos compartir con vosotros la historia de Miriam, por la que hemos hecho lo posible para que supere la situación por la que ha pasado y sigue pasando.

Y van diez mudanzas en ocho años. A cuestas con una sola maleta de ropa, con Nheyla de una mano y con Aaron, de la otra. Tirando para adelante por el camino de una vida en la espantada constante. Este último salto, si cabe, con más miedo que nunca. Porque él ha salido de la cárcel tras cumplir ocho años de condena por clavarle un cuchillo en el vientre que casi la mata delante de los dos guardias civiles que le llevaron a recoger sus cosas a casa cuando ella le denunció por amenazas de muerte. Y ahora que él anda libre, Miriam empieza otra condena.

No le ha dado tiempo ni a poner bombillas en el modesto minipiso de un barrio cualquiera, de una ciudad cualquiera, en el que se acaba de instalar hace escasos 12 días. Un piso de alquiler social que paga a medias con una fundación privada, Toda Ayuda, dedicada a buscar soluciones de vivienda a personas en situación de extrema vulnerabilidad.

Hace tres años se enteró de que él estaba de permiso porque fue a buscarla a casa de su madre. «Cuando llamé a pedir explicaciones a la Guardia Civil ya me avisaron: escóndete que te mata».

La vida de Miriam es muy dura, sin paliativos. Si es complicado sostener el estigma de ser una víctima de malos tratos, en desamparo y sin ayudas públicas, más lo es si una tiene que mantenerse siempre alerta ante cualquier posible encontronazo con su agresor. Nunca se acostumbrará a vivir con miedo, dice. Aunque con los años empieza a ponerse retos como ir a lugares con alguna aglomeración.

Las fuerzas las saca de sentirse «una superviviente total» y de cuidar de sus hijos, hoy tumbados viendo la tele en la cama de mamá, pese a ser lunes, a la espera de que llegue el empadronamiento que permita otra nueva escolarización.

Cuando ella salió del hospital permaneció un tiempo en una casa de mujeres maltratadas. Después tuvo acceso a tres años de renta mínima. «Pero eso se acaba y te dejan con un: búscate la vida». Difícil si se pretende encontrar trabajo portando las 24 horas un pulsador para avisar a la Policía en el caso de que él aparezca. «Cuando les digo que vivo amenazada, que tengo riesgo vital, nadie me contrata «Soy víctima y estoy cumpliendo condena. Yo no pedí que me apuñalara, ni que mis hijos tengan que ser tratados como bichitos raros en el cole porque nadie debe de saber dónde viven, porque yo estoy amenazada… Y lo peor es que mi condena no terminará hasta el día en que él se muera».

Vía: 20minutos.es